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Historia de los hoteles |
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En
la Roma antigua (véase Imperio romano) existían varias clases de
establecimientos. A lo largo de los caminos y dentro de las poblaciones
había tabernas y posadas para satisfacer las necesidades de los viajeros
y de la población local. En el siglo XIV, en pleno período de
descomposición del orden feudal, las tabernas y posadas que ofrecían
alojamiento, comida y bebida se habían convertido en una realidad común.
Las posadas, generalmente pequeñas, ofrecían
un alojamiento bastante rudimentario que incluía establos para los
caballos. Las tabernas sólo servían comida y bebida, generalmente a la
población local. No alojaban huéspedes. Además de cerveza, en las
cervecerías se ofrecían bebidas refrescantes y apenas se comía. Se
introdujeron leyes para controlar los precios de las posadas y tabernas,
así como para garantizar la calidad de los servicios. A mitad del siglo
XVI las tabernas y posadas crecieron en importancia como consecuencia
del desarrollo del comercio en la Inglaterra de los Tudor. Las
carreteras y la vías fluviales seguían siendo esenciales para los
viajes, por lo que las posadas se establecieron en puntos claves a lo
largo de los ríos y en poblaciones cercanas a las carreteras. Las
posadas se hicieron más grandes y algunas tenían capacidad para albergar
hasta cien viajeros e incluso disponían de habitaciones individuales,
aunque lo usual era que se compartieran los cuartos. Las posadas
disponían de grandes establos para caballos y carretas, así como de
amplios patios que servían como escenario para diversiones nocturnas,
como podía ser una representación teatral de obras de Shakespeare o
Marlowe. En el siglo XVII las diligencias se convirtieron en un medio de
transporte bastante rápido. Las posadas ofrecían hospitalidad y la
posibilidad de cambiar caballos para continuar hasta la próxima parada.
Se establecieron servicios de diligencia en las rutas principales que
unían la capital con ciudades de provincias. Algunos de estos servicios
pertenecían a los mismos propietarios de las posadas. En el siglo XVIII
la diligencia pasó a ser el medio más importante para viajar, en un
momento en que el crecimiento del comercio aumentaba la necesidad de
trasladarse de un lugar a otro. Pero los viajes todavía resultaban
demasiado lentos y en los trayectos largos se hacían varias paradas para
pernoctar. En el siglo XVIII se vivió el desarrollo de instalaciones de
recreo como los baños, en principio con fines terapéuticos, pero que con
el tiempo se convirtieron en lugares de reunión social y de vacaciones.
Los niveles a los que llegó la hostelería se debieron a las necesidades
surgidas de la frecuencia cada vez mayor de viajeros adinerados. El
transporte de viajeros no se desarrolló por motivos sociales o de
placer, sino más bien por exigencias del comercio y por necesidad. |
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